J III
Una vez abajo de la sombra, ya instalado, me puse a observar con más calma el paisaje playero.
Entre las imágenes notables, descartando las sapeadas que les mandaba a las chiquillas, me acuerdo de una especie de carpa moderna, cortada por la mitad, metida en medio del tumulto de toallas. Adentro de ella, con mucha ropa y un libro en la mano, un sujeto medio rubio combatía el calor con litros de agua envasada. Parecía extranjero y seguramente lo era.
Los niños que corrían a su lado, revolcándose sobre la arena, lo hacían ver demasiado fuera de lugar, se podría decir incluso, sufriendo con el sol.
Repentinamente, me animé a bañarme en el mar.
Mientras caminaba en contra de la brisa marina con el sonido de las paletas creciendo cerca de la orilla, me alegré por primera vez de haber vuelto a Chile. Había llegado hace un par de meses y nunca me había sentido mejor que ahora.